La cinta centra su eje de acción, en las vivencias personales de un grupo de soldados que fueron enviados a cuidar y resguardar la frontera chilena en plena Patagonia, a fines de 1978, tras la disputa entre nuestro país y Argentina por las islas del Canal Beagle: Nueva, Picton y Lennox.

Mi Mejor Enemigo explora descarnadamente el mundo de la amistad bajo condiciones extremas, narrando una historia basada en pasajes de la vida real, donde se demuestra que pese a la adversidad es factible generar lazos entre seres humanos que son supuestamente antónimos o enemigos, pero donde el vector de la soledad, la desnudez de la pampa y el instinto gregario propio de muestra especie, hacen que la frágil línea entre el deber y el querer se torne difusa, tanto como la frontera que divide a las dos naciones en los confines del mundo.

Uno de sus méritos es retratar momentos de chilenidad específicos que logran la identificación por parte del espectador común: el fútbol, la mirada extranjera que tenemos de la gente del sur en general y Chiloé en particular y la parada siempre media urgida que tenemos los chilenos.